Por Guadalupe Lopez Elizalde
Muy buenos días a todas y todos los que acuden a la lectura de este espacio donde cada semana nos encontramos, por lo menos, para ver qué nos ocupa y podemos ayudar a componer en este pobre país, o por lo menos en nuestras vidas; porque no sé si a usted le ha ocurrido, pero cada vez que un acontecimiento de sangre, de estos salvajes, incomprensibles e inhumanos nos alcanza, el ánimo decae y uno se siente con las manos atadas, pero entendiendo con la mente y con el alma el dolor de los padres que pierden a sus hijos. Con todo respeto quiero enviar mis respetos a los padres de los cinco muchachos desaparecidos en Jalisco, cuyo auto fue encontrado calcinado y con restos humanos en Lagos de Moreno. Hoy conocemos cuál fue su destino y -por un video- revivimos el calvario que padecieron. No es la primera vez que se tienen noticias sobre estos métodos criminales, en los que se obliga a las víctima (ya presas del terror) a pelear entre sí hasta la muerte. Estos hechos son casi un aquelarre, algo demencial que los delincuentes utilizan tanto para entrenar a sus futuros sicarios, como cuando los levantados se niegan a unirse al sicariato. Los criminales observan su “obra” completamente drogados o poseídos por la maldad acumulada. Pobres muchachos, pobres padres y pobre México que no puede exterminar a los gusanos que lo carcomen por dentro, como hacen los barrenadores con las plantas de troncos suculentos. Lo peor, es que no hay gobierno que los detenga, encarcele o abata.
Si usted quiere que lo diga con otras palabras, estamos a su merced; nuestros hijos lo están porque los requieren como reclutas. Lo están nuestras hijas porque existe el negocio internacional de la trata de blancas. El otro brazo de la Hidra lo conforman los pederastas que también son bandas internacionales que navegan en al mar profundo de la Internet, los traficantes de órganos en la frontera, con niños también; les siguen los feminicidas; los asaltantes de mujeres que apuñalan a una empleada modesta de un supermercado en cualquier calle, sin detenerse a pensar si se trata de una de estas mujeres únicas sostén de una casa, que al faltar dejan hijos solos, hermanos, padres ya ancianos… Es decir, ya no vemos razonamiento alguno,
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unos segundos de toma de conciencia que medien entre el acto criminal y la muerte de la víctima. Dos cuestiones dominan criminológicamente mentes así: Una, el entrenamiento sistemático en la crueldad, de la que ellos mismos han sido víctimas y que los llevan al convencimiento de que “es él o yo”. La segunda, el abuso brutal de drogas heroicas, puerta a la destrucción neuronal. Las células cerebrales ya no hacen su sinapsis normal, sino que brincan del pensamiento al acto, sin mediación del juicio. Y si a esto suma usted la impunidad que priva en este país, la complicidad de algunos policías y elementos armados, pues regresamos al centro de esta espiral: estamos a merced del crimen organizado.
Como dijera el abatido candidato a la presidencia del Ecuador, Fernando Villavicencio, “La cabeza de la mafia es la mafia política”. Acto seguido apuntó con dedo flamígero al gobierno mexicano. Muy pronto se rotuló a dos cárteles mexicanos como los autores (ignoro si materiales) intelectuales del magnicidio.
Vienen a mi las palabras del fallecido Porfirio Muñoz Ledo: “Hay que tener cuidado porque los acuerdos con los cárteles no se heredan.”
Y sí, al principio se mezclaron y ambas especies de mafia proliferaron, se esparcieron con el beneplácito (o sin él) de los gobiernos burlándose ambos de la ley a través de los jueces amenazados o cómplices; ahora están por todo el mundo y la lucha tiene que ser mundial o no se podrá detener este terror. Cada bloque tiene que hacer su propia guerra y disminuir el flagelo. Pero con el provecho que sacan los gobiernos para mantenerse en el poder, ¿se podrá?
Disculpe usted que no le hable de libros de texto, encuestas ni candidatos del Frente, de Morena o del dubitativo Dante Delgado (MC), la morsa de mayor colmillo en al ámbito electoral nacional. Todos, sin excepción, se me hacen muy chiquitos en este momento para broncas de esta magnitud. Y los que podrían hacer algo (gobierno actual), pues están amafiados entre sí.
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